lunes, 7 de julio de 2014

Ceferino Namuncurá, el príncipe de las Pampas 2 / 3


Semblanza de Ceferino




Quiero estudiar para ser útil a mi pueblo”, sintetizaba Ceferino, revelando su vocación de servicio. Anhelaba formarse y ser sacerdote para regresar a los suyos y contribuir al crecimiento espiritual y cultural de su pueblo aborigen, como había visto hacer a los misioneros salesianos en su tierra.


Ceferino se formó académicamente con los salesianos. En 1897 ingresó al colegio Pío IX de Almagro, en Buenos Aires. El anecdotario recuerda que integró el mismo coro que Carlos Gardel, quien también cursó estudios en el colegio Pío IX, por entonces escuela de Artes y Oficios. Como alumno, Ceferino fue ejemplar. Se destacó por su condición de aventajado estudiante y excelente compañero, alegre y entusiasta: “sonreía con los ojos”, se decía de él. Fue conocido por su paciente actitud de escucha, por su digno y discreto comportamiento y por su notable disposición a superarse a sí mismo, que se manifestaba en el esfuerzo con que emprendía sus tareas. Además de manejar su lengua aborigen (mapudungun), se aplicó con empeño a perfeccionar el español y a aprender latín, y más tarde, italiano.

En 1898, luego de prepararse a conciencia, Ceferino recibió la Primera Comunión en la Iglesia Parroquial de San Carlos, y un año después, la Confirmación. Comulgaba con singular devoción y en los recreos invitaba a sus compañeros a hacer visitas al Santísimo Sacramento, para compartir con ellos su fervor eucarístico.

Al poco tiempo de manifestarse su vocación sacerdotal, aparecieron los primeros síntomas de la tuberculosis. En 1904, luego de una breve estadía en Viedma, Ceferino partió con Monseñor Cagliero rumbo a Italia, con la expectativa de lograr un tratamiento eficaz para su enfermedad y mantener la continuidad en los estudios. En Turín, el hijo del cacique Namuncurá, símbolo de la obra misionera salesiana en la Patagonia argentina, fue recibido con afecto por el Miguel Rúa (beato), Rector Mayor de los salesianos y primer sucesor de Don Bosco (San Juan Bosco); también lo acogieron los mil alumnos del colegio San Francisco de Sales.


El 27 de septiembre de 1904 Ceferino asistió a una audiencia privada con el Papa Pío X (santo), junto a sacerdotes salesianos. En esa oportunidad pronunció un breve discurso en italiano con emocionadas palabras y le obsequió al Sumo Pontífice un quillango de guanaco. Conmovido, S. S. Pío X lo incitó a seguir practicando la fe y a convertir a sus hermanos de la Patagonia al cristianismo; bendijo a Ceferino y a su pueblo y le entregó una medalla ad principes, (para los príncipes). Los diarios de Roma registraron la visita “del hijo del rey de las llanuras patagónicas” al Santo Padre.

S. S. Pío X

Ceferino prosiguió sus estudios en el colegio salesiano de Villa Sora, en Frascati (provincia de Roma). La tuberculosis que lo aquejaba continuó empeorando y en 1905 el joven quedó internado en el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios, donde a pesar de la gravedad de su situación, se preocupaba por confortar a otros enfermos. Al comprender que su cuadro era irreversible, con gran fortaleza espiritual manifestó la plena aceptación de la voluntad divina: “¡Bendito sea Dios y María Santísima! Basta que pueda salvar mi alma, y en lo demás hágase la santa voluntad del Señor”.

Ceferino Namuncurá murió el 11 de mayo de 1905. Tenía dieciocho años. Fue sepultado en un cementerio popular de Roma (Campo Verano) bajo el amparo de una simple cruz de madera con su nombre. Sus restos fueron repatriados en 1924 y descansan en el Santuario de María Auxiliadora, en Fortín Mercedes, provincia de Buenos Aires.