En esta carta Ceferino Namuncurá relata la audiencia en que fue recibido por S. S. Pío X, el 27 de septiembre de 1904. Intercambiaron obsequios y el Papa le pidió que trabajara por la conversión de sus hermanos de la Patagonia.
Milán - 3 de octubre 1904
¡Viva
Pío X!
¡Viva Jesús y María!
Istituto di Sant'Ambrogio di Milano
3 de octubre de 1904
¡Viva Jesús y María!
Istituto di Sant'Ambrogio di Milano
3 de octubre de 1904
Rmo. Pro Vicario de
las Misiones
Pbro. D. Esteban Pagliere. - Viedma.
Rmo. Señor Pro Vicario
Pbro. D. Esteban Pagliere. - Viedma.
Rmo. Señor Pro Vicario
Me pesa mucho al tener la desgracia de escribirle tan tarde y darle una noticia tan consoladora después de casi 8 días en que sucedió. Pero vale más tarde que nunca, y confiado de que ya habrá recibido la carta que le mandó S. S. Ilma. el Sr. Arzobispo Mons. Cagliero el mismo día en que sucedió.
El 27
del pasado setiembre era admitido en audiencia por S. S. Pío X el
Ilustrísimo Mons. Juan Cagliero con otros treinta Padres Superiores
de las Casas Salesianas de América y, entre ellos "el hijo del
Rey de las llanuras Patagónicas". (Así dicen los diarios de
Roma).
A
las diez horas y media a. m. tuvimos la máxima dicha de postrarnos
ante los pies del Vicario de Cristo en la tierra. Yo tuve la gran
fortuna de ser el primero, después de Mons. y Don Marengo, de besar
el Sagrado Anillo a Su Santidad.
¡Ah,
mi amado Padre, si hubiera estado presente en ese momento, hubiera
podido comprender la bondad del Padre Santo! A ninguno dio a besar el
pie. A todos, uno por uno, la mano veneranda. A mí me llenó de
caricias. ¡Oh, qué amable el Santo Anciano del Vaticano!
Después
que todos saludamos al Santo Varón, el mismo Santo Padre me hizo
señas de que comenzara mi discursito, pues se lo había dicho antes
Mons. Cagliero que yo diría algunas palabras en italiano.
Cuando
empecé, todo lo hice sin sentir nada en el cuerpo. Pero después que
estaba en la mitad, todo mi ser se puso, en movimiento; las piernas
me temblaban, las manos igual, la voz se me perdía un poco en la
garganta. Hasta que al fin, cuando me arrodillé para pedir la
bendición a S. S. sobre mi persona, familia y para los indios de la
Patagonia, se me aumentaron los temblores y las lágrimas saltaban a
mis ojos; finalmente concluí, pero bien.
Y
el Santo Padre, ¡con qué atención, amor y afabilidad me escuchaba!
No quiso tampoco sentarse en su trono. Mons. le dijo que se sentara y
él contestó: "Cosí in piedi sto bene. Lasciami stare".
¿Veis Padre qué bueno es? Después que yo acabé, él mismo me
levantó y me habló, contestándome sobre lo que le había dicho; y
aquí le diré casi tal como me lo dijo en italiano. Se lo traduzco
en castellano, porqué en italiano no lo puedo escribir bien: todavía
no soy muy guapo para escribir en italiano. Pero ya lo hablo bastante
bien.
He
aquí las palabras del Padre Santo: "Bueno, hijo mío, te doy
gracias por lo bien que hablas del Vicario de Cristo. Quiera el Señor
que puedas poner en práctica todo lo que en él dices: de convertir
a todos tus hermanos de la Patagonia en Jesucristo. Y yo, a este fin
te doy de todo corazón mi Apostólica Bendición. Di a tu papá que
el Santo Padre lo bendice a él, a toda su familia y a toda la gente
que está en su poder. Dios te bendiga, hijo mío".
Mientras
decía estas cariñosas y paternales palabras, yo no podía contener
las lágrimas. ¡Oh cuánta bondad la del Padre Santo!
Después
que me dirigió dichas frases habló a todos en general, agradeciendo
la filial visita, e impartió su santa y apostólica bendición.
Creerá quizá ahora que aquí habrá acabado la audiencia, pero
tenga paciencia, amado Padre de seguirme donde yo lo conduciré por
medio de la presente. Dada S. S. la bendición a todos, Mons. le
presentó el plano de la nueva iglesia de San Carlos (Bs. As.), y le
rogó que escribiera de su puño y letra su santa bendición sobre
dicho plano. El bondadoso anciano con una sonrisa propia de un santo,
de Padre amable hacia sus hijos, contestó con todo cariño de su
alma: "Si, come no. Vengan in tanto avanti, tutti quanti".
Y nosotros pasamos enseguida a otra sala, en su escritorio, y le
hicimos corona. A su izquierda se sentó Mons. Cagliero y todos los
demás en pie. Mientras escribía S. S., Mons. le dijo: "Cuanta
bontá, Santo Padre!" y S. S. contestó: "Per questi figli
miei. . . " Además de ser el Padre Santo cariñoso y amable,
era también muy alegre. Aquí viene lo mejor y más precioso.
Después que escribió su autógrafo en el plano indicado, Mons.
Cagliero le presentó la carta de los Novicios y Aspirantes de
Patagones, diciéndole: "Santitá, qui cé una lettera degli
Novizi e Aspiranti della Patagonia, e pregano a Vostra Santitá di
mandar loro la vostra santa benedizione". Su Santidad tomó en
seguida la carta y sin leerla escribió en seguida su precioso
autógrafo, impartiendo su santa bendición a todos los Superiores y
Niños del Noviciado de Patagones que S. S. I. Mons. Cagliero la
mandó en la misma tarde a Vuestra Reverencia.
Aquí
le debo advertir que después de la audiencia y almuerzo salí con el
Reverendo Padre Garrone a visitar las catacumbas de San Calixto y
después paseamos por la ciudad toda la tarde y a la mañana
siguiente a las nueve tomé el tren para Florencia, de modo que no he
tenido tiempo de escribirle enseguida la carta. Vengamos a lo de
antes. Concluido de satisfacer a los deseos de todos el amable Pío
X, Mons. presentó a todos los Padres, uno por uno, diciéndole el
lugar de destino: a todos tenía algo que decirles. ¡Cuánta bondad
la del santo Santo Padre! Mientras todo estaba en calma, yo me repuse
de nuevo y no lloré más, Aquí varios Padres pidieron varias
gracias; como ser: el Padre Burlot pidió la facultad de dar la
Bendición Papal a todos sus feligreses con indulgencia plenaria y
todos los demás pidieron la misma cosa; el Padre Santo lo concedió.
De modo que el Reverendo Padre Garrone, cuando vuelva a Viedma, dará
la bendición Papal con indulgencia plenaria; a los que confesados y
comulgados rogasen según la intención del Sumo Pontífice, podrán
ganar dicha indulgencia. Después otros Padres pidieron la bendición
de tal persona, de esta otra, como uno: bendición para el presidente
de la Nación; otro para el Gobernador de tal provincia, otro, para
al Arzobispo, Obispo, etc., etc. El Santo Padre dijo que dieran; es
decir, comunicaran a todas las personas que tuvieran presentes en
mente y corazón que el Santo Padre los bendecía a todos. De modo
que yo puedo mandar la bendición del Padre Santo a cuantos conozco y
quiero. Capisce?
Me
había olvidado que Mons. Cagliero, al principio cuando entramos,
presentó al R. P. Garrone, diciendo a S. S. que era el médico de la
Patagonia con permiso de la Santa Sede y de la Nación Argentina, que
hacía mucho bien a los habitantes de la Patagonia y que era muy
querido y apreciado por todos... Don Garrone decía después que no
se esperaba de ser tan alabado por un Arzobispo delante de S. S.
Continuando
a lo de antes, todos pasamos nuevamente besando el sagrado anillo del
Pescador, para despedirnos. Yo me quedé bien último en besar el
Santo Anillo y S. S. me hizo una caricia: "Addio, caro
figliuolo", me dijo con tanta dulzura. Antes de que salieran
todos, cuando pasó el Padre Garrone a besar la mano del Padre Santo,
éste le dijo: "O mío Dottore, addio; Dio vi benedica".
Después Don Güiseppe Vespignani, antes de salir dijo a S. S.:
'Santitá; lascia venire con noi in America il nostro Mons.
Cagliero?" S. S. le contestó: "lo non so niente".
Otro Padre le dijo: "Santitá, lo faccia nostro protettore ante
la S. Sede?" Y el Santo Padre: "Questo si che é buono".
Y después afuera todos. Ya habían salido todos los Padres y yo solo
me quedaba un poco atrás. El Obispo que cuidaba a S. S., me llama y
me dice: "Ti chiama Sua Santitá". Yo vuelvo atrás y me
conduce al escritorio del Padre Santo que estaba sentado y buscaba
una cosita. Yo me hinqué delante de S. S. y junté las manos.
Finalmente S. S. sacó un rico estuche que contenía una medalla de
plata. De un lado tenía el busto de S. S. Pío X, y del otro el
mismo que indica a los fieles la Inmaculada. Le besé nuevamente la
mano y me hizo una caricia. Le di las gracias y él con una dulce
sonrisa me despidió. Yo salí de la estancia contento como un no sé
qué decirle por el hermoso regalo; altro que hermoso: preciosísimo
y santo recuerdo de un Vicario de Cristo, del que representa a
Jesucristo mismo en la tierra.
Quizá
me haya hecho este regalo porque yo le regalé un precioso quillango
de guanaco que S . S. junto con Mons. Cagliero lo pusieron al pie del
trono. Como quiera que sea, a mí me basta saber que el Papa muy rara
vez hace regalo a uno. Si a mí me lo regaló será y demuestra que
el Vicario de Cristo es muy bondadoso. Soy muy dichoso; tener la
dicha de guardar un recuerdo del Rey Santo de los Católicos. ¡Sea
Dios bendito por esto!
Este
regalo será un honor muy grande para mi querida familia, para el
Noviciado de Patagones: tener un compañero así distinguido por el
Vicario de Cristo. Todo este honor lo depongo a los pies de mis
queridos Superiores y compañeros del Colegio San Francisco Javier.
No lo digo esto por soberbia, sino porque me glorío de pertenecer a
la santa casa de buenos niños como son los de Patagones. Sigamos lo
que he contado. Salí solito de la sala de audiencia y me fui a
juntar con todos lo demás Padres. Aquí me rodearon todos y me
preguntaron el por qué me había llamado el Padre Santo. Y yo mostré
el estuche colorado, que en la parte superior tenía el escudo papal,
y lo abrí para que vieran la medalla. Mons. me dijo que era muy
afortunado y así los demás Padres.
En fin, para acabar de hablar del Padre Santo, baste decirle que todos los Padres decían: "Es un Padre de los Salesianos. Es un gran Papa. Mejor no nos podía tratar y nosotros fuimos demasiado imprudentes. Nos hemos aprovechado de su bondad. Además, la audiencia duró media hora y algo más. Durante media hora hemos podido contemplar el rostro venerando, amable y paternal de nuestro Santo Padre. Jamás me olvidaré de este día tan feliz. ¡Oh, qué bueno es el Padre Santo Pío X! ¡El Señor y la Virgen Inmaculada lo conserven por muchos años!...
En fin, para acabar de hablar del Padre Santo, baste decirle que todos los Padres decían: "Es un Padre de los Salesianos. Es un gran Papa. Mejor no nos podía tratar y nosotros fuimos demasiado imprudentes. Nos hemos aprovechado de su bondad. Además, la audiencia duró media hora y algo más. Durante media hora hemos podido contemplar el rostro venerando, amable y paternal de nuestro Santo Padre. Jamás me olvidaré de este día tan feliz. ¡Oh, qué bueno es el Padre Santo Pío X! ¡El Señor y la Virgen Inmaculada lo conserven por muchos años!...
Dicen
que goza de una perfecta salud. Yo espero verlo nuevamente en San
Pedro el día ocho de diciembre, cuando venga a pontificar en honor
de la Inmaculada Concepción.
Después
de visitar al Padre común de los fieles, Mons. Cagliero nos llevó
al palacio del Cardenal Rampolla, para hacer una visita también a
nuestro Protector ante la Santa Sede. El Emmo. Señor Cardenal estuvo
muy contento de la visita y nos dió a todos su santa bendición y
nos despedirnos, dirigiéndonos al Colegio del Sagrado Corazón,
llegando allá a las doce y media.
Ahora,
amadísimo Padre, para no ser más largo que el Passio del Viernes
Santo, concluyo mi pobre relación, contento si satisfago en algo sus
deseos. Ahora Mons. Cagliero se halla en Sicilia; el R. P. Garrone
anda haciendo su gira de Nápoles, Venecia y Loreto y muchos otros
lugares: volverá luego a Turín. Yo también he hecho mi gira; esta
carta la escribo desde Milán.
Pasado
mañana volveré a Turín y visitaré todas las casas salesianas de
esa provincia. Después volveré nuevamente a Roma, y allí: "asiento
Pastoral".
Acuérdese,
amadísimo Padre, de este su humilde hijo en Jesús y María:
Ceferino
Namuncurá
P.D.: Casi todos los
diarios de Roma hablan mucho de mí, así como los de Turín. Dicen:
el Príncipe Namuncurá Zeffirino, etc., etc.,lo que quieren decir de
mí.