martes, 9 de diciembre de 2014

Sempr' a Virgen santa dá bon gualardôn

Cantiga de Santa María 265 (Alfonso X)

 


Letra, métrica, rima, división silábica, pronunciación (fonética) y partitura:
http://www.cantigasdesantamaria.com/csm/265 



Cómo Santa María curó a Juan Damasceno la mano que le habían cortado.

La Virgen santa da siempre buen galardón a sus fieles cuando sufren adversidades sin causa.

Sobre esto voy a contaros un milagro que encontré escrito en un viejo libro, obra de la Virgen Madre del supremo Rey, en quien hallaréis siempre piedad y devoción.

La Virgen santa da siempre buen galardón a sus fieles cuando sufren adversidades sin causa.

Juan Damasceno era el nombre de aquel por quien hizo el milagro la que nos mantiene en la firme esperanza de recibir su gracia en el paraíso en que los santos moran.

Era este hombre de alto linaje, no de baja extracción, y siempre, desde su niñez, aprendió de todas las artes con gran aprovechamiento y utilidad.

Y siempre su acertado saber le alejó del mal y amó a Santa María, la que puede y vale, más que a nada, y por serle fiel entró luego en religión. Y rezó siempre bien sus horas y, en la misa, cantó alabanzas a la Virgen.

Pero más tarde fue apresado por los mahometanos y encarcelado en Persia, donde un hombre rico lo compró como esclavo. Y allí, aherrojado, por lo que sé, rogaba siempre devotamente a Dios y a Santa María que se dignasen ayudarle a librarse de tal desdicha.

Y Ella le hizo ser amado por su dueño, de modo que entraba cuando quería en su casa y allí enseñó a leer a su hijo y también a escribir como él mismo hacía, de tal modo que nadie habría podido discernir quién de los dos escribía más ni mejor.

Enterado de esto, el emperador mandó decir a aquel señor que se lo enviase como regalo, sin tardanza, y así lo hizo en seguida. Y cuando le conoció el emperador, quedó muy satisfecho y le hizo ingresar en la Orden de San Benito y trasladarse a un monasterio que, según tengo entendido, estaba en Roma, adonde iba a visitarlo con frecuencia y, cuando lo hacía, escuchaba siempre sus consejos y prédicas.

Juan siempre le advertía que había de respetar mucho a Dios y favorecer siempre a sus fieles, subvencionando generosamente a los peregrinos necesitados.

La Virgen santa da siempre buen galardón a sus fieles cuando sufren adversidades sin causa.

Pero en Persia, en el hijo de quien lo había comprado como siervo fue creciendo tal envidia que escribió varias cartas con aviesa intención como si fueran de Juan, pues nadie podría distinguir su letra de la del otro, tan parecidas eran como dos ratones.

Y encomendó a uno de sus hombres: “Ve allí donde se encuentra el emperador y deja estas cartas aquí y allá, como mejor te parezca, pero nunca juntas”.

Cumplió sin falta la orden el esbirro, dejando las cartas donde pudiera encontrarlas el emperador, quien, al leerlas enfurecióse como un león, pues decían:

A vosotros, amigos nuestros que estáis en África, yo, Juan Damasceno, que vivo aquí, os envío saludos y la bendición de nuestro Dios padre que está en los cielos; sabed que, en verdad, hay pocas fuerzas en el Imperio y está mal abastecido, por lo que pronto podréis liberaros de su yugo, si queréis.”

El emperador, apenas leyó y examinó las cartas, dijo: “El malvado Juan Damasceno hizo esta traición, pues suya es de fijo la letra, por San Dionisio, pero yo haré que quien quiso hacer tanto mal muy mala visión llegue a tener de sí”.

Pidió luego consejo sobre esto a los suyos y, oído este, mandó castigar cruelmente a Juan Damasceno allí donde fuese hallado. Y a continuación ordenó a uno de sus hombres: “Córtale la mano derecha, que es la que, en su locura, escribió esas cartas; luego, que se las arregle como pueda.”

Mutilado, Juan echóse en oración ante el altar de la Santa Emperatriz, tal como dice el libro, rogando así: “Si te he servido, muestra tu milagroso poder en esta gran ocasión de mi mano perdida; no es por la herida, que ni me escuece ni me duele ni me importa, pero Tú, que eres Madre de Aquel a quien los griegos llamaban Santo, pídele que me devuelva la mano, pues no escribió esa traición ni jamás pensé en hacerla. Si algún loor o cantar mío en tu honor te ha complacido, correspóndeme así”.

La Virgen santa da siempre buen galardón a sus fieles cuando sufren adversidades sin causa.

Toda la noche, hasta que amaneció, se la pasó repitiendo esto, tendido en cruz ante el altar. Y la que siempre se porta bien trajo la mano y se la repuso en el muñón.

En abril estuvo ya curado, y más tarde, ante el emperador y una multitud de cien mil fieles, cantó misa y encabezó una gran procesión.

La Virgen santa da siempre buen galardón a sus fieles cuando sufren adversidades sin causa.

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San Juan Damasceno 

Martirologio romano:

San Juan Damasceno, presbítero y Doctor de la Iglesia, célebre por su santidad y por su doctrina, que luchó valerosamente de palabra y por escrito contra el emperador León Isáurico para defender el culto de las sagradas imágenes, y hecho monje en la laura de San Sabas, cerca de Jerusalén, compuso himnos sagrados y allí murió (c. 750).

Juan Damasceno. Ícono del Monte Athos (s. XIV)

San Juan Damasceno, nacido en Damasco, Siria (c. 675 – c.750) fue el último Padre de la Iglesia de Oriente. Dedicó su vida a luchar contra la herejía iconoclasta, sostenida por los emperadores de Bizancio, que disponía desterrar todas las imágenes sagradas, cuyo culto era considerado un acto de idolatría.

San Germán, patriarca de Constantinopla, defendió el culto a las sagradas imágenes junto con san Juan Damasceno. León III Isáurico persiguó tenazmente a este último y le hizo cortar la mano derecha, que Dios le restituyó milagrosamente. La curación de la mano se atribuye a la intercesión de la Virgen María, a quien había rezado con devoción el santo. El castigo de la amputación de la mano fue ordenado por el emperador debido a unas falsas cartas en las que supuestamente Juan había entregado información que exponía los territorios del imperio al enemigo.

Los escritos de san Juan Damasceno reflejan la enseñanza teológica del Oriente en el siglo VIII. Fue uno de los más entusiastas escritores marianos. El Papa León XIII lo declaró Doctor de la Iglesia Universal.



Virgen de las Tres Manos


Παναγία Τριχερούσα (Santísima Trijerusa), es decir, Santísima de las tres manos. La tercera mano es la de san Juan Damasceno. Este ícono está en el Monasterio de Kilandari, Monte Athos, Grecia. Popularmente se conoce a esta imagen como “Virgen de las Tres Manos”.


El ícono de la Madre de Dios (Theotokos) de las tres manos se originó en Siria en el siglo VIII durante la lucha en defensa de las sagradas imágenes. Cuando el emperador León el Isáurico acusó injustamente a Juan Damasceno de traidor y mandó cortarle la mano derecha, el santo pasó toda la noche rezando a la Virgen María por su curación; y prometió a Dios que seguiría luchando en defensa de los íconos. Al momento Juan sintió la voz de la Virgen que le prometía la curación. A la mañana siguiente la mano estaba de nuevo en su sitio. La Virgen se le apareció en sueños y lo tranquilizó: "Tu mano ha curado; cumple con tu promesa". Al despertar y verse sano, Juan colgó una mano de plata, como exvoto*, sobre el ícono de la Virgen. También compuso el himno “En Ti se alegran”, en honor a Ella.

Esta historia origina la iconografía de la Virgen con tres manos. Juan Damasceno llevó consigo el ícono al monasterio de San Sabas, en Palestina, donde murió. Posteriormente, el ícono fue trasladado a Serbia, y más tarde al monasterio griego de Kilandari, en el Monte Athos. Fue ahí donde nació la versión de que la tercera mano no cuelga como exvoto, sino que surgió “naturalmente”.


(*) Un exvoto es una ofrenda que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en correspondencia por una gracia pedida que ha sido concedida. Usualmente son pequeñas piezas que aluden al favor recibido (por ejemplo, un brazo, una mano, una pierna, ojos).