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martes, 29 de julio de 2014

El español de Canarias


El español de Canarias cuenta con más de dos millones de hablantes.

El archipiélago canario es parte de España, está ubicado al sur de la Península Ibérica, cerca de la costa de África. Está conformado por siete islas principales: Gran Canaria, Lanzarote, Tenerife, Fuerteventura, La Palma, La Gomera y El Hierro.




El español se habla en Canarias desde el siglo XV, luego de la conquista por parte de la Corona de Castilla. El proceso se inició en 1402 en Lanzarote y finalizó en 1496 con la conquista de Tenerife, durante el reinado de los Reyes Católicos.

La variedad canaria puede encuadrarse en la llamada modalidad atlántica; tiene semejanzas con América hispanohablante, y también con el habla del Sur de la Península Ibérica, especialmente con Andalucía Occidental.

El dialecto más parecido al canario es el caribeño, hablado en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela, el norte de Colombia y Panamá.

El léxico canario presenta amplia influencia del portugués. Por su situación geográfica, Canarias ha sido un lugar histórico de paso y un puente entre culturas. En el léxico, esto se refleja en la presencia de términos del inglés, del francés, y del árabe; y de palabras de origen americano, además de las de procedencia aborigen, principalmente, guanche




Los principales rasgos del español de Canarias son:

Seseo generalizado.
S, c y z suenan igual.

Aspiración de la s final de la sílaba.
La s se pronuncia como h aspirada al final de cada palabra o ante consonante. Por ejemplo, "los bosques" se pronuncia "loh bohqueh".

Aspiración del sonido de la j.
El sonido de la j se pronuncia muy relajadamente."Ojo" se pronuncia "oho".

Uso preferente del Pretérito Perfecto Simple (= Indefinido).
Como en la mayoría de las variantes del español en América, en Canarias se usa el Perfecto Simple en contextos en que el español peninsular usaría el Perfecto Compuesto. Ejemplo: "Vi a Juan esta mañana" (Perfecto Simple) por "He visto a Juan esta mañana" (Perfecto Compuesto).

Uso de ustedes en lugar de vosotros.
En la variedad canaria se usa el pronombre ustedes para la segunda persona del plural, como en el español de América, y de manera mezclada, en el español de Andalucía Occidental. Ejemplo: "Ustedes hablan", y no "vosotros habláis", forma usada en la variedad peninsular.

Pronunciación sonorizada y adherente del sonido "ch".
En el español canario es un sonido menos marcado que el de "ch" en el español peninsular. 
En Canarias el sonido "ch" es similar al caribeño: se percibe casi como un sonido de "y" (/sh/), o incluso con una "t" delante. La palabra "mucho" puede sonar como "mutyo". La pronunciación de este sonido varía entre los insulares.

Pronunciación de la h inicial.
El algunas palabras el habla canaria conserva la f inicial latina, como una aspiración (que se mantenía en el español medieval). Por ejemplo: "jinojo", en lugar de "hinojo".






Más sobre las Islas Canarias:
http://www.turismodecanarias.com/islas-canarias-espana/

Más fotos:
https://www.flickr.com/photos/islascanariasturismo/ 
 

Valoración del español de Canarias

 



Pronunciación canaria (www.elcloquido.com)


 

jueves, 24 de julio de 2014

Origen de las palabras del español


El español es una lengua románica (romance o neolatina); por lo tanto, la mayor parte de su léxico procede del latín. Este léxico está formado por diversos tipos de vocablos:

  • Palabras patrimoniales
Son vocablos que provienen del latín y que han evolucionado fonética y gráficamente de acuerdo a determinadas reglas hasta fijarse en su forma actual; estas reglas responden, en buena parte, a criterios como la economía y la simplificación.

Las transformaciones de las palabras del latín se dieron en lentos procesos, desarrollados a lo largo de siglos. Estos cambios se dieron en la lengua hablada, y pasaron luego a la escritura.

Veamos algunos ejemplos de reglas de transformación del latín al castellano. En los ejemplos se presenta la regla, la palabra latina y finalmente la castellana; pero a veces había etapas intermedias de transformación. También hubo palabras que sufrieron transformaciones de distinto tipo.

e > ie 
terra > tierra
septem > siete

o > ue
bonus > bueno
portus > puerto

au > o
auris > oreja
taurus > toro

i > e
lingua > lengua

f > h
filium > hijo
ferrum > hierro

c (intervocálica) > g
acutus > agudo
securitas > seguridad

p (intervocálica) > b
lupus > lobo

t (intervocálica) > d
vita > vida

ct > ch
lacte > leche
octo > ocho

pl > ll
ploro > lloro


Más reglas de evolución del latín al castellano, con explicaciones y ejemplos:
http://exterior.pntic.mec.es/hrag0000/pdfs/cuaderno.pdf 

Evolución fonética del latín al castellano:
http://www.jbrignone.com.ar/latinsonidos.html 

http://aliso.pntic.mec.es/agalle17/latin/verba/leyes.html 

  • Cultismos
Son vocablos introducidos directamente del latín, que apenas han sufrido variaciones. En su mayoría, se trata de voces tomadas en forma directa de la lengua escrita.

Ejemplos:

aspectus ---> aspecto
luctuosus ---> luctuoso


Los llamados latinismos no han sufrido transformaciones: ad hoc, curriculum vitae, deficit, et cetera, in memoriam, etc.

También hay cultismos del griego y helenismos.

  • Dobletes 
Son palabras que provienen del latín, que han dado origen a una palabra patrimonial y a un cultismo. Se trata de pares de palabras con un mismo origen etimológico, pero distinta evolución gráfico - fonética y significado. Se da, por tanto, una doble derivación.

Ejemplos:

plenus ---> lleno + pleno 
integrum ---> entero + íntegro
clavis ---> llave + clave
doctum ---> ducho + docto
malitiam ---> maleza + malicia
capitalem ---> caudal + capital
collocare ---> colgar + colocar

La primera forma del par se ha originado por vía oral y es más popular; la segunda, más culta y originada por vía escrita, es más fiel al original latino.





Aportes de otras lenguas distintas del latín


El latín no ha aportado todo el léxico del español, aunque sí la mayor parte. Aunque varían las cifras de acuerdo a los autores, en general se considera que el 70% de las palabras del español proceden del latín (si bien alrededor del 85% del vocabulario cotidiano es de origen latino). Entre los autores hay menos acuerdo para establecer las proporciones para los aportes de las restantes lenguas: un 12% de las palabras del español derivarían del griego; un 8% del árabe, y un 10%, de distintas lenguas, como el extinto germánico (gótico), las lenguas celtas, el vasco, el íbero, las lenguas amerindias (como el náhuatl, el quechua y el guaraní), y lenguas modernas (como el inglés, el francés, el italiano, el alemán y el portugués).

En suma, el léxico del español procede en su mayoría del latín y del griego (a través del latín o por aportes posteriores, sobre todo en el vocabulario científico - técnico), del árabe, del germánico, y posteriormente, de las lenguas amerindias. También se han incorporado vocablos de lenguas modernas de origen europeo.



El léxico de una lengua está en permanente transformación por razones diversas: desaparición de palabras, creación de nuevas palabras, préstamos de otras lenguas y cambios semánticos (de significado). Intervienen en estos procesos factores históricos y culturales.



Ver más:

Etimología latina:

Buscador de helenismos:

Etimología griega:

Los arquetipos del Caballero


Algunos de los caballeros ejemplares, arquetípicos, que llevaron a su plenitud el ideal caballeresco.


Rolando, el héroe de la Chanson de Roland

Aquel valiente guerrero del emperador Carlomagno, sobrino suyo en el Cantar, vivió convencido de que la victoria sobre los infieles era la más meritoria de las tareas. En aquel paladín latía una idea admirablemente cristiana: la idea del sacrificio, la de ofrecer su vida a Dios, tal y como lo formuló en su agonía, memorable pasaje del Cantar. Murió en la batalla de Roncesvalles, en 778.

La noble figura de Rolando, caballero franco medieval, ejerció una profunda influencia. Muchos de los Cruzados convirtieron su ejemplar figura en referente del honor militar.


Roland jurando fidelidad a Carlomagno


Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador

Gran caudillo español que combatió valerosamente contra los infieles a fines del siglo XI. Nació presumiblemente en Burgos en 1048 y murió en Valencia en 1099.

Los moros lo llamaban Cid, que quiere decir "señor"; y los cristianos Campeador, es decir, hombre de batalla ("batallador").

Ver más en:
http://buenosairesyargentina.blogspot.com.ar/2014/03/mio-cid.html 


Rodrigo Díaz entró a servir muy joven en el séquito del aún infante Sancho II de Castilla. Ilustración c. 1118


Godofredo de Bouillon, el héroe de las Cruzadas

Un guerrero magnífico, tanto física como moralmente, nacido en la actual Francia. De él se decía que tenía "el corazón de un león". Las crónicas lo muestran siempre noble, siempre valiente, siempre pensando en Cristo, aun en el fragor de la batalla.

Cuando quisieron proclamarlo Rey de Jerusalén, dijo: "A Dios no plazca que yo tenga mi cabeza coronada de oro, cuando Jesús la tuvo de espinas".

Nació en territorio franco en 1060 y murió en Jerusalén en 1100.




Los Caballeros del Santo Grial 

Se llamó Santo Grial al cáliz que Cristo empleó en la Última Cena y que, según una leyenda, había quedado en poder de José de Arimatea, conteniendo algunas gotas de la Sangre del Crucificado. A la muerte de José, la copa habría ido pasando de mano en mano hasta llegar a un palacio desconocido donde se lo guardaba por temor a que cayera en manos de los impíos. Para encontrar el Santo Grial se creó la orden de los Caballeros de la Tabla Redonda (o Mesa Redonda)

Poco se sabe sobre la historicidad de esa búsqueda y sobre la identidad de los caballeros, pero ejercieron una enorme ejemplaridad sobre toda la sociedad de la época, especialmente en el mundo caballeresco. El caballero que había hecho de su vida entera una búsqueda incansable del Grial era el prototipo del caballero místico.

Sobre este conjunto de caballeros nos quedan numerosas obras literarias, entre las cuales cabe destacar la del provenzal Guyot de Provins* y la del alemán Wolfram von Eschenbach [c.1170 - c.1220], compuestas en el siglo XII o comienzos del XIII**.

En torno al vaso misterioso, receptáculo de la sangre de Cristo, y que, al parecer, no era sino un símbolo de "la gracia del Espíritu Santo", como escribe el poeta, se congregaron las figuras de Parsifal, "todo candor"; de Bohort, quien expió sus pecados tan perfectamente que se le abrió el Paraíso; y sobre todo de Galaad, encarnación de la perfecta pureza. Sublimes figuras todas ellas de caballeros que vivían casi como monjes y en quienes se reflejaba el modelo viviente de San Bernardo o de aquellos Cruzados fundadores del Temple.


(*)  Guiot de Provins
(**) Se destaca también la obra de Chrétien de Troyes (c.1135 - c.1183), considerado como uno de los creadores de la novela medieval y primer novelista de Francia. Fue el primero en escribir sobre el Grial en una novela. Entre otras obras, fue autor de Perceval o el cuento del Grial.


Galaad, Parsifal y Bohort encuentran el Santo Grial; pintura de Edward Burns.


San Luis (Rey de Francia) y San Fernando (Rey de Castilla y León)


Estos dos reyes fueron primos entre sí.

San Luis (1214 - 1270), Rey de Francia, tuvo del caballero no solo las cualidades militares, sino también las dotes de delicadeza y magnanimidad que son propias del mester caballeresco. Murió en Túnez, en el transcurso desventurado de una de las Cruzadas. Personificó la caballería cristiana y la verdadera realeza en su augusta majestad.


Luis IX de Francia, santo.


San Fernando (¿1190 o 1201? - 1252), Rey de Castilla y León. Desde el día en que lo armaron caballero, a los 18 años, el joven rey entendió que su misión era ser "el caballero de Cristo, el siervo de Santa María y el alférez de Santiago", como le gustaba decir. Bregó por la reconquista de España de manos de los moros, en la que la toma de Sevilla fue un momento culminante.

Reunió todas las características del auténtico caballero: defensor de los pobres, rey justiciero, guerrero infatigable.


Fernando III de Castilla, santo.



Santos patronos en Argentina


San Jorge

En Argentina el 23 de abril es el día del Arma de Caballería, en recuerdo del martirio de su patrono, San Jorge.

Se le atribuye haber vivido entre 275 o 280 y el 23 de abril de 303.




San Martín de Tours

Patrono de la ciudad de Buenos Aires; su festividad es el 11 de noviembre. Nació en Sabaria, Panonia (actual Szombathely), Hungría, en 316; y murió en 397 en Candes, actual Candes - Saint Martin, Francia.






Resumido y adaptado de La Caballería, Alfredo Sáenz. Buenos Aires, Editorial Gladius, 2009 (sexta edición), págs 207 a 211.

Los diez mandamientos de la Caballería


En La Chevalerie, León Gautier resume el Código con los deberes del caballero cristiano, en lo que él llama "los diez mandamientos de la Caballería".


1. Creerás en lo que enseña la Iglesia y observarás todos sus mandamientos.

Quedaba excluido el ateísmo o la neutralidad religiosa. 

La Caballería suponía una vida virtuosa. Los aspectos más salientes de la vida espiritual del caballero eran:

- la oración
- la devoción a la Virgen
- la contrición, cuando cometía alguna falta
- la vida sacramental y la asistencia a la Santa Misa
- los conocimientos religiosos
- la práctica de las virtudes teologales (fe, esperanza, caridad) y cardinales (prudencia, templanza, justicia y fortaleza).





2. Protegerás a la Iglesia.

La defensa de la Iglesia y de la la fe era un deber del caballero.




3. Tendrás respeto por todas las debilidades y te constituirás en su defensor.

La defensa de los débiles es una prescripción cristiana; otras culturas desprecian la debilidad y exaltan solo la fuerza.

Tenían especial derecho a la defensa de los caballeros: las viudas, y en general, las mujeres desvalidas; los débiles, pobres y necesitados, los huérfanos y los sacerdotes. 


4. Amarás al país en que has nacido.

El bien común se identificaba frecuentemente con el bien de la nación o de la patria. El Cid luchó en España hasta la muerte contra los enemigos de la fe. El caballero Rolando fue considerado como la encarnación viva de su patria, Francia.


Los últimos instantes de Roland. Miniatura del siglo XIII


5. No retrocederás ante el enemigo.

En el corazón del caballero confluían la corriente gala, la romana, la germana y la cristiana (con predominio de las dos últimas). El verdadero caballero jamás retrocedía ante el enemigo. Su fuerza radicaba más en la grandeza de su corazón que en la fuerza de sus músculos. En el Código de la Caballería, más valía morir que ser llamado cobarde.




6. Harás a los infieles una guerra sin cuartel.

Este deber se entiende especialmente en relación con la épica y secular lucha de la Caballería católica contra los Sarracenos. 

En la Edad Media el combate se materializó en parte en las Cruzadas, para la conquista de Tierra Santa.





La injusticia también hacía hervir la sangre de los caballeros, ante la situación de los muchos cristianos sojuzgados o cautivos de los infieles. La joven energía de la Caballería española se volcó a la campaña contra los moros, impulsada por la monarquía.

La caballería medieval requería un entrenamiento constante. La caza, el torneo y la esgrima contribuían al entrenamiento, y aportaban entretenimiento también.


7. Cumplirás exactamente tus deberes feudales, si no son contrarios a la ley de Dios.

El caballero debía a su señor estricta obediencia siempre que no le exigiese algo contrario a la fe, a la Iglesia o a los pobres.

No pocas veces los vasallos traicionaron a su señor, o estos imperaron despóticamente. Fue precisamente la Iglesia la que más inculcó el respecto al compromiso contraído. Insistió principalmente en los deberes del señor feudal, más fácilmente tentado por su poder en exceso, sin dejar de recordar sus deberes para con el vasallo. La traición a la palabra empeñada fue socialmente considerada como el crimen de los crímenes, solo comparable a la apostasía.

La estructura de la sociedad medieval se apoyaba en una red de fidelidades: de los súbditos al caballero, del caballero al señor, del señor a su rey, y de éste al emperador, y del emperador a Dios, el "Supremo Caballero". A su vez el emperador debía obedecer a Dios y ser fiel a los reyes, y descendía el ordenamiento jerárquico pasando por los señores, hasta el pueblo.


8. No mentirás, y serás fiel a la palabra empeñada.

La decisión de no faltar a la palabra es una de las tradiciones caballerescas que se conservan hasta hoy. 

En el Decálogo divino se dice: "No mentirás". En el Decálogo de la Caballería se agrega: "Serás fiel a la palabra empeñada". El caballero daba su palabra de honor: la palabra sola bastaba. En la Caballería se apreciaba de gran manera la sinceridad y el honor, al tiempo que se odiaba la traición y la felonía en todas sus formas, incluida la del verbo. Entre los diversos modos que tenían de referirse al nombre de Dios, Supremo Caballero, el más frecuente era: "Por Dios que no miente".





9. Serás generoso y liberal con todos.

El caballero debía ser dadivoso con los necesitados: debía dar y darse. Asimismo, la grandeza de su alma (magnanimidad) le permitía proyectar y realizar grandes obras. Su actitud debía ser de servicio y disponibilidad.




10. Serás, siempre y por doquier, el campeón del derecho y del bien contra la injusticia y el mal.

La Caballería implicaba búsqueda de la justicia: socorrer a los oprimidos y defender a los injustamente atacados. El buen caballero perseguía también al caballero felón, que abusaba de su poder para obrar la injusticia. 





Resumido de La Caballería, Alfredo Sáenz. Buenos Aires, Editorial Gladius, 2009 (sexta edición), págs 130 a 200.

Las prendas del Caballero


Las diversas prendas y arneses del Caballero tienen un significado simbólico. Veamos algunos.


La espada.
Semejante a una cruz. Con la espada el caballero debe honrar la Caballería y mantener la justicia (dar a cada uno su derecho). Era un arma sagrada; habitualmente su empuñadura portaba reliquias de santos.

La lanza.
Simboliza la verdad, que es derecha y no se tuerce. El acero significa la fuerza que tiene la verdad sobre la falsedad.

El yelmo.
Simboliza la vergüenza. El yelmo defiende la cabeza, que es el más alto miembro del hombre; y la vergüenza impide al caballero que se incline a hechos viles y corrompa la nobleza.

La coraza.
Es la parte de la armadura que cubre el torso. Significa castillo y muralla contra los vicios y falimientos (engaños, falsedades). Así como el castillo y muralla están cerrados para evitar el acceso, la coraza está cerrada y ajustada para que en el corazón del caballero no entren la traición, la deslealtad, el orgullo ni otros vicios. 


Algunas armas y enseres del caballero


El perpunte.
Era una vestidura acolchada y pespuntada que cubría el cuerpo de las heridas de arma blanca. Significa los grandes trabajos y heroicas obligaciones del caballero. Porque, así como el perpunte está sobre los demás aderezos, expuesto al sol, lluvia y viento, recibe el golpe primero que la coraza y por todas partes es combatido, así el caballero está elegido para mayores trabajos que cualquier otro hombre; e incluso debe ser muerto para defender los hombres que le han sido encomendados.


Perpunte y otras prendas

Las calzas de hierro.
Dan seguridad a los pies y piernas del caballero, para significar que con sus armas debe hacer que estén seguros los caminos.

La gola.
Era una pieza que protegía la garganta. Simboliza la obediencia. Así como la gola rodea el cuello del caballero para defenderlo de heridas y golpes, así la obediencia lo hace  estar dentro de los mandamientos de su señor y de la Orden de Caballería, para que los vicios no corrompan los juramentos que el caballero ha hecho.

La maza.
Simboliza la fortaleza del corazón, que defiende al caballero de todos los vicios y fortifica las virtudes con que mantiene el honor la Caballería.

La misesricordia (hacha).
Se usaba si el enemigo estaba muy cerca o si el caballero no podía valerse de las demás armas. Significa que el caballero no podía fiarse de sus armas ni de su fuerza, sino que debía acercarse a Dios por la esperanza, y con ellos combatir a los enemigos.

El escudo.
Significa el oficio del caballero, porque así como el golpe primero da en el escudo y no en el cuerpo, el caballero debe exponer su cuerpo delante de su señor, si acaso quisiera alguno herirlo.

El caballo.
Significa la nobleza de ánimo. El caballo es un animal noble; y permite estar más elevado que los demás hombres, ser visto de lejos, tener más cosas debajo de sí, a fin de ser el primero de todos en las funciones pertenecientes al honor de la Caballería.

La silla en que cabalga el caballero.
Significa la seguridad del corazón y la carga de Caballería; porque así como por la silla el caballero está seguro sobre su caballo, así la firmeza de corazón le hace estar de frente en la batalla, se desprecian muchas cobardes jactancias y vanos amagos.

Las espuelas.
Significa la diligencia para acelerar lo que conviene hacer, la cautela de ser sorprendido y la ansia de mantener honrada la Caballería.

El freno y las riendas del caballo.
El freno significa que el caballero debe refrenar su boca de hablar palabras feas y falsas. Las riendas simbolizan que se debe dejar llevar a cualquier parte donde lo quiera enviar la Caballería.

Testera del caballo.
Significa que ningún caballero debe usar las armas sin razón; porque así como la cabeza del caballo va primero y delante del caballero, así el caballero en todo lo que hace debe llevar adelante la razón. Y así como la testera defiende la cabeza del caballo, así la razón guarda y defiende al caballero de vituperio y vergüenza.

Las guarniciones del caballo.
Las guarniciones defienden al caballo y significan que el caballero debe conservar sus bienes y riquezas para que le puedan bastar al oficio de Caballería. Porque así como las guarniciones protegen al caballo de golpes y heridas, el caballero sin bienes temporales no podría defenderse de pensamientos malvados, porque la pobreza hace pensar en engaños y traiciones.





Las armas en el escudo, silla y perpunte.
Se dan al caballero para ser alabado de los ardimientos que emprenda y de los golpes que da en batalla. Y si es cobarde, se da señal para que sea vituperado y reprendido.

Estandarte del rey, príncipe o señor del caballero.
Significa que los caballeros deben mantener el honor de su señor y sus estados; porque por el honor del reino o principado de su señor son más honrados por las gentes, y por el deshonor son más vituperados que los otros hombres. Por flaquezas o traiciones pueden ser desposeídos de sus estados los reyes, príncipes y altos barones, y pueden perderse reinos, condados y tierras.


La figura del escudero


Un caballero no se improvisaba. El hecho de ser armado caballero requería una selección y una larga preparación, que duraba años. Era necesario un previo aprendizaje del quehacer caballeresco. La educación del futuro caballero comenzaba desde la primera infancia. La iniciación estaba a cargo de otro caballero. Se requería un aprendizaje de destrezas, y especialmente de virtudes. 

La instancia previa a ser caballero, era ser escudero. Caballero y escudero eran inseparables. Entre las funciones del escudero estaba llevar el escudo de su señor, armarlo y desarmarlo; mantener en buen estado todas las armas (limpias y afiladas), y cuidar el caballo. 

El escudero se desempeñaba en el castillo, pero también acompañaba al caballero en la batalla, y aunque no tenía obligación de batirse, podía llegar a hacerlo. Asistía al caballero y lo proveía de armas de reserva. 



Resumido de La Caballería, Alfredo Sáenz. Buenos Aires, Editorial Gladius, 2009 (sexta edición), págs 114 a 119 y 67 a 72.

domingo, 20 de julio de 2014

Etapas de la Caballería


Suelen distinguirse distintas épocas en la historia de la Caballería Cristiana.


1. La época heroica


La Caballería conoció una época de oro, la que vivía la Cristiandad en esa etapa. Nos referimos especialmente a los siglos XI y XII. La época en que al Papa era nada menos que Gregorio VII, la época en que se construirían Compostela y Vézelay, la época en que el Cid iba ensanchando Castilla al paso de su caballo, le época en que Godofredo de Bouillon atravesaba raudamente el Asia Menor hacia Jerusalén, la época que vio elevarse San Marcos de Venecia, así como las catedrales de Toledo y París.

Fue una época brillante asimismo en santos: el tiempo en que vivió San Anselmo, San Bernardo, San Francisco de Asís.

Fue igualmente en este período cuando apareció la Chanson de Roland, la primera gran obra poética de Europa cristiana. Tal fue la mejor Caballería, la de los siglos XI y XII, la de las Cruzadas, una Caballería viril, austera y conquistadora.


La muerte de Roland, sobrino de Carlomagno en el Cantar, en la batalla de Roncesvalles


2. La época galante


[Fue] a principios del siglo XIII cuando [la Caballería] comenzó a ser cantada y glorificada en mil poemas y relatos fantásticos, como los del ciclo carolingio, del ciclo bretón o de la Mesa Redonda. Esta caballería es menos agreste, sí, pero porque es menos viril. Poco a poco comenzó a olvidar el antiguo objetivo, la tumba de Cristo, conquistada a golpe de lanza y a chorros de sangre. Las elegancias de un amor fácil ocupan en ella el lugar antes reservado al arte de la guerra, y el espíritu de aventura va reemplazando al espíritu de cruzada. A las asuteridades de lo sobrenatural se sustituye el naciente atractivo de lo maravilloso.




La época galante de la Caballería no concebía a un caballero sin una "dama de sus pensamientos", a la que aquel dedicaba sus hazañas, y cuyo nombre invocaba al entrar en combate. Quizás esta nueva figura vino a suplir el primitivo culto a Nuestra Señora -"Notre Dame"-, por la que justamente se rompía lanzas. La nueva dame, por lo general una duquesa o una princesa, fue, al parecer, artificiosamente introducida por los poetas. Tal amor era casi siempre un amor platónico, y a veces imposible, sea por desigualdad social, sea, incluso, por tratarse de una dama ya casada. 



Las caballeros de la Mesa Redonda, ilustración anónima para el manuscrito Lanzarote-Grial, escrito por Michel Gantelet en 1470.


3. La época de la decadencia


Si el siglo XII señaló el período de su apogeo, el siglo XIII comenzó a manifestar los síntomas de una progresiva decadencia. El auge de la "caballería galante" se fue acentuando. Las canciones de gesta de este siglo, las novelas de caballería, sensuales y ligeras, se fueron haciendo más y más afectadas [...]. Sobre el fondo de hermosos paisajes, llenos de pájaros y flores, un joven caballero parte altivamente en busca de lo desconocido. Una serie de aventuras que no difieren demasiado entre sí nos lo muestra en insolentes desafíos, penetrando en castillos encantados, cediendo a amores sensuales, recurriendo a misteriosos talismanes. Lo maravilloso se mezcla a lo sobrenatural, los encantadores a los santos, las brujas a los ángeles. Desde fines del siglo XII, este tipo de literatura comenzó a prevalecer, aunque coexistiendo con la literatura heroica. Fue el siglo XIII el que otorgó la palma de victoria a la novela facilonga y ablandante, donde la temeridad reemplaza al verdadero coraje, las buenas maneras ocupan el lugar de los gestos heroicos, las hazañas alocadas suceden a la austera entrega de la primera Caballería.


Las causas de la decadencia del espíritu caballeresco son difíciles de precisar. Ya hemos aludido a una de ellas: el declinar de algunas de las grandes Órdenes Militares. Estos monjes - soldados habían creado un nuevo estilo de coraje. Al perder las guerras religiosas su sentido, o terminar las Cruzadas, la paz les hizo mal, dedicándose al usufructo de las riquezas, o simplemente al ocio. Otra causa de decadencia lo constituyó quizás el hecho de haberse abierto el ingreso de la Caballería a numerosos candidatos indignos. A fuerza de prodigarse, el título de caballero se había ido envileciendo. [...] [Era un hecho] el pulular de aventureros que ya no observaban o ni siquiera comprendían el antiguo ideal de la Caballería. El espíritu religioso ya no impregnaba sus almas, donde la idea de Cruzada no palpitaba más. Ya no se sabían los campeones del bien y los enemigos del mal, ni los defensores de la debilidad. La costumbre de la blasfemia se les hizo habitual. Santa Juana de Arco luchó contra todo esto. Ella tenía la talla suficiente como para levantar una vez más el ideal de la antigua Caballería, que volvía a encontrar en ella la claridad de su época gloriosa [...].


Juana de Arco
  
En este proceso de decadencia influyó curiosamente un factor de índole pastoral. La Caballería sufrió un inesperado ataque desde el punto de vista de la religión. Los escritores encargados de dirigir las conciencias, o que anhelaban moralizar al pueblo no escatimaron sus reproches a la literatura caballeresca. Es claro que lo que atacaban era esa literatura propia de una caballería ya decadente y muelle, pero quizás lo hicieron sin establecer las debidas distinciones. La ofensiva anticaballeresca se realizó bastante tardíamente, en el curso del siglo XVI, cuando fue despertando en Europa, y principalmente en España, cierto misticismo religioso que contrastaba singularmente con el sensualismo del Renacimiento italiano, y prometía ser, como de hecho lo sería más tarde, barrera impenetrable contra las doctrinas nuevas y perniciosas. [...] Vives, fray Luis de León y tantos otros, denunciarían la literatura de caballerías.

[Pero como el pueblo tanto amaba esa literatura] los teólogos y moralistas del siglo XVI recurrieron a una treta apostólica: proseguir aquella literatura en la forma, pero transformándola en su fondo. Tal debió ser el origen de una serie de "caballerías a lo divino".

En 1554 apareció el libro quizás más notable y característico de este nuevo género, llamado Caballería celestial, [que relata historias bíblicas, al estilo de los libros de la caballería andante]. [...] Su autor fue Jerónimo Sanpedro, oriundo de Valencia. [...]

Otros libros de "Caballerías de lo divino", sobre todo en España, fueron los siguientes: Caballero de la clara estrella, de fines del siglo XVI, en que se narra la batalla de un hombre contra las pasiones y su triunfo final; Caballero asisio, con la vida de San Francisco; Historia y milicia cristiana del caballero peregrino conquistador del cielo. Metáfora y Símbolo de cualquier santo, que peleando con los vicios, ganó la victoria, de 1610.

El hecho es que esta espiritualización exagerada de la Caballería, esta suerte de clericalización -más allá de una legítima sacralización- de una situación eminentemente laical, resultó altamente nociva para la Cristiandad.


4. Supervivencia de la Caballería 

A pesar de este proceso de verdadera decadencia, el ideal de la Caballería siguió latiendo durante varios siglos en el corazón de miles de almas. Especialmente España, a pesar de aquellas tendencias a una espiritualidad un tanto desencarnada que se manifestaba en algunos sectores de la sociedad, fue tenacísima en conservar dicho ideal. A fines del siglo XV, el espíritu  caballeresco, fuertemente  diluido en los demás reinos de Europa, se hallaba en España más vigoroso que nunca. En Francia, que de alguna manera había sido la cuna de la Caballería, solo restaban maneras cortesanas. En Inglaterra, la política y la disciplina sustituían el estilo caballeresco. En Italia, Maquiavelo se burlaba de las proezas de los antiguos paladines. Solo España conservaba el ideal en toda su fuerza. Al fin y al cabo la conquista de América en su conjunto no fue sino una gran hazaña caballeresca. Carlos V fue un auténtico caballero, como lo demostró al llevar sus armas victoriosas a varios puntos de Europa y África; al proponer a Francisco I un duelo a la antigua usanza, entregando los destinos de una nación entera a las eventualidades de un combate personal; al liberar a España y Europa de los ataques de los turcos; y frenar los avances del luteranismo. Los patrióticos sentimientos del  pueblo español hallaban deleite en las admirables hazañas de Bernardo del Carpio, en las gloriosas gestas del Cid y otros héroes nacionales. San Ignacio de Loyola, espíritu caballeresco y asiduo lector de novelas de caballería, soñó en una Orden de caballería espiritual. [...]


San Ignacio de Loyola


 ¿Ha muerto la Caballería? No del todo. Sin duda, el ritual caballeresco ya no existe, ni la recepción solemne, ni los antiguos juramentos. Más aún, apenas si sobreviven restos o islotes de Cristiandad. La fe católica ya no informa las estructuras temporales del mundo moderno. [...]

Sin embargo sobreviven algunos espíritus caballerescos que preservan de la muerte a la sociedad, almas rectas y fuertes que se apasionan por la grandeza, por la defensa de lo que es débil y necesita protección, que reconocen la belleza del honor y preferirían la muerte a la felonía. Asimismo, sobrevien algunos resabios de caballería en lo que queda de respeto a la mujer, de suavización de las costumbres bárbaras en el uso de la fuerza, de cultivo de las buenas maneras, la afabilidad, la cortesía. Y perduran en lo que todavía seguimos llamando "caballerosidad", es decir, esa mezcla de dignidad, decoro, nobleza, desinterés,  sentimiento del honor, fidelidad a la palabra empeñada. Esto es lo que debemos a la Caballería, esto es lo que nos ha legado. El día en que en nuestra sociedad se borren los últimos vestigios de una cosa tan grande, moriremos.


Extraído de La Caballería, Alfredo Sáenz. Buenos Aires, Editorial Gladius, 2009 (sexta edición), págs 49 a 57.

La figura del Caballero


Los tres estamentos de la Cristiandad


La Edad Media entendió la sociedad como dividida en tres grandes sectores, no por cierto enfrentados entre sí sino armónicamente cohesionados: los que oran, los que trabajan y los que combaten.

[Dice el Rey Alfonso el Sabio en Las Siete Partidas]: "Defensores son uno de los tres estados, porque Dios quiso que se mantuviese el mundo. Pues así como los que ruegan a Dios por el pueblo, son dichos oradores; y asimismo los que labran la tierra y hacen en ella aquellas cosas porque los hombres han de vivir y mantenerse, son dichos labradores; asimismo los que han de defender a todos son dichos defensores [...]. Y esto fue, porque en defender se ocultan tres cosas: esfuerzo, honra y poderío. [...] [Señaladamente] son establecidos para defender la tierra y acrecentarla".

Oficio es pues, del Caballero la defensa de los dos estamentos débiles, el del orador y el del labrador, oficio irreemplazable en una sociedad bien constituida. Cada sector debe cumplir su papel específico. "Los estados son de tantas maneras -escribe el príncipe don Juan Manuel, sobrino del Rey don Alfonso, [en el Libro del caballero et del escudero]-, que lo que pertenece a un estado es muy dañoso al otro. Y entendedlo bien, que si el caballero quisiera tomar estado de labrador o de menestral, mucho impide al estado de caballería, y lo mismo si estos dichos toman estado de caballería".

[...]

La caballería es la consagración de la condición militar, o, al decir de León Gautier [en Le Chevalerie], la fuerza armada al servicio de la verdad desarmada.


Extraído de La Caballería, Alfredo Sáenz. Buenos Aires, Editorial Gladius, 2009 (sexta edición), págs 33 a 36.



Ilustración de un rey y su corte en las Cantigas de Alfonso X el Sabio

sábado, 19 de julio de 2014

El Conde Lucanor 2 / 2


El Conde Lucanor

Ejemplo XVIII

Lo que sucedió a don Pedro Meléndez de Valdés cuando se rompió una pierna

Otro día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:
-Patronio, como vos sabéis, estoy en litigio con un señor, vecino mío y muy poderoso. Ambos hemos acordado ir a una villa y el que primero llegue se quedará con ella, pero el otro la perderá. Sabéis también que ya está preparada toda mi gente y que, si yo fuese el primero, con la ayuda de Dios, estoy seguro de que conseguiría mucha honra y gran provecho; pero como no estoy muy sano, veo que no puedo hacerlo y por eso estoy muy preocupado, y, aunque perder esa villa me duele mucho, sinceramente os digo que para mí será peor que él acreciente su poder y su honra. Por la confianza que tengo en vos, os ruego que me digáis lo que en estas circunstancias debo hacer.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, aunque tenéis razón al lamentaros, para que en casos como este hagáis siempre lo mejor, me gustaría que supierais lo que le sucedió a don Pedro Meléndez de Valdés.
El conde pidió que le contara lo sucedido. 
 
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, era don Pedro Meléndez de Valdés un caballero distinguido del reino de León, que, cuando tenía una contrariedad, siempre decía así: «Bendito sea Dios, pero pues Él lo ha hecho será por mi bien».
»Y debéis saber que don Pedro Meléndez era consejero del rey de León y privado suyo, por lo cual sus enemigos, movidos por la envidia, lo acusaron ante el rey de crímenes tan graves que el monarca decidió mandarle matar.
»Estando don Pedro Meléndez en su casa, le llegó una orden del rey mandándole ir a palacio inmediatamente. Sabed que quienes lo habían de matar lo estaban esperando a media legua de su casa. Cuando don Pedro Meléndez fue a coger su caballo para ir junto al rey, cayó por una escalera y se rompió una pierna; por lo cual sus sirvientes y acompañantes se sintieron muy disgustados y empezaron a echarle en cara su confianza en Dios, diciéndole:
»-¡Vaya, don Pedro Meléndez! ¡Vos, que decís que lo que Dios hace es siempre por vuestro bien, tomad el que Dios ahora os envía!
»Pero él les dijo que estuvieran seguros de que, aunque esta desgracia les molestara mucho, ya verían como era por su bien, pues Dios la había mandado. Y por mucho que insistieron, no pudieron cambiar su actitud.
»Los que le esperaban para darle muerte por orden del rey, cuando vieron que don Pedro no llegaba y se enteraron de lo sucedido, volvieron a palacio y allí contaron al rey por qué sus órdenes no se habían cumplido.
»Durante mucho tiempo estuvo don Pedro Meléndez sin poder cabalgar y en este tiempo supo el rey que las acusaciones contra don Pedro eran totalmente falsas, por lo cual hizo prender a sus calumniadores. Luego fue a visitar a don Pedro, le contó las infamias que habían levantado contra él, su resolución de darle muerte y, finalmente, le pidió perdón por los errores que había cometido y le concedió nuevos honores y mercedes para compensarle. Después mandó ejecutar en su presencia a quienes falsamente habían acusado a don Pedro.
»Y así libró Dios a don Pedro Meléndez de perder la fama y aun la propia vida, resultando ciertas las palabras que solía decir: «Lo que Dios nos envía siempre es lo mejor». 
 
»Y vos, señor Conde Lucanor, no os lamentéis por esta contrariedad que ahora padecéis, pues debéis saber que todo lo que Dios hace es para bien nuestro, y si así lo creéis Él os ayudará en todo momento. Pero debéis saber, además, que las cosas que nos suceden son de dos clases: unas las podemos remediar cuando ocurren; otras no tienen solución alguna. En las primeras debemos hacer cuanto podamos para hallar una solución, sin dejarlo todo en las manos de la Providencia o de la suerte, porque esto sería tentar a Dios, ya que, al tener el hombre entendimiento y razón, ha de intentar remediar cuantas contrariedades y desdichas le puedan sobrevenir. Sin embargo, en las cosas en que no es posible poner remedio, debemos pensar que, al ocurrir por voluntad de Dios, será por nuestro bien. Como esa enfermedad de la que me habláis es de las cosas que Dios manda y que no podemos remediar, pensad que, si viene de Él, será lo mejor que pueda ocurriros, que ya Dios dispondrá que todo salga como deseáis.
El conde pensó que Patronio le decía la verdad y le daba un buen consejo, obró así y le fue muy bien.
Y como don Juan vio que este era un buen ejemplo, lo hizo escribir en este libro e hizo los versos que dicen así: 
 

No te quejes por lo que Dios hiciere
pues será por tu bien cuanto Él quisiere. 





Actividades:

---> Leer los siguientes versos de Martín Fierro:

"donde no hay casualidá
suele estar la Providencia".

(La vuelta de Martín Fierro,
v. 1307 y 1308)

Relacionar los versos de Martín Fierro con el Ejemplo XVIII de El Conde Lucanor. ¿Qué conexiones pueden establecerse entre los dos textos? Explicarlo por escrito.

---> Escribir un Ejemplo (con marco y apólogo) aplicando la moraleja del Ejemplo XVIII de El Conde Lucanor.


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Texto completo de El conde Lucanor en romance (castellano):