Soneto I de Lope de Vega (Rimas sacras, 1614)
Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por donde he venido
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.
Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;
mas de tu luz mi escuridad* vencida,
el monstro* muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.
*[oscuridad y monstruo, en
español actual]
Félix Lope de Vega y Carpio (1562 - 1635) |
- Primer cuarteto: El yo lírico reconoce errores cometidos (los pasos por donde he venido). Se espanta, es decir, se sorprende, con horror, de que un hombre tan perdido (extraviado: fuera del camino) haya llegado a advertir sus errores.
- Segundo cuarteto: En esta estrofa, que repite anafóricamente la conjunción “cuando”, el yo lírico reflexiona sobre los años pasados, en que había olvidado la recta razón (iluminada por la fe). Y considera que por misericordia de Dios no se ha precipitado en tantos males. El paso del tiempo es un tema frecuente en el barroco.
- Primer terceto: se destaca el motivo barroco de vida como laberinto, en que el yo lírico había entrado. Asumiendo la autorreferencialidad del soneto, la característica mención del débil hilo de la vida -típica del barroco-, podría remitir al fallecimiento del hijo y de la esposa de Lope de Vega, circunstancias que desencadenaron una crisis vital y marcaron profundamente el alma del poeta. El desengaño, motivo también barroco, fue tarde conocido; el desencanto por los errores cometidos y por la finitud de la vida es, por tanto, reciente.
- Segundo terceto: El yo lírico atribuye a la Luz (de Dios) el haber vencido su oscuridad. El poema se dirige a un “Tú”, que es Dios (tu luz); esta segunda persona es presentada tardíamente, en la última estrofa. El contraste entre luz y oscuridad es también propio del arte barroco, y la referencia a la Luz opuesta a la oscuridad es metáfora (la Luz es la Verdad y la oscuridad es el error), a la vez que antítesis. El monstruo muerto es una metáfora del ciego engaño, vencido por la Luz. Esta es una victoria, y no una derrota. Y gracias a ella vuelve a la patria la razón perdida. Se restablece así el íntimo orden perdido, y se pone fin al extravío.
Si bien el yo lírico medita sobre el
paso del tiempo, sobre sus propios errores y sobre la fugacidad y
fragilidad de la vida, se destacan la gratitud hacia la misericordia
divina y la esperanza, ya que se ha retornado a la recta razón: el
ciego desengaño es un monstruo muerto, vencido.
El poema no pone el acento en las
consecuencias que el yo lírico sufre o debería sufrir por sus
reconocidos errores, sino en la divina voluntad misericordiosa gracias a la
cual no se encuentra en una desgracia mayor; por el contrario, ha
vuelto a la patria, ha recobrado la recta razón.
Este es el soneto de apertura de las
Rimas sacras. En este
poemario Lope de Vega retoma tópicos barrocos, como el
desengaño, la finitud de la vida y la vanidad de las cosas del
mundo, pero no prevalece el característico desencanto de este período, sino
que se destaca la conversión: el breve tiempo de la vida debe
aplicarse a la salvación del alma.
“Cuando
me paro a contemplar mi estado”: reescritura del verso de Garcilaso
de la Vega
Varios
autores, entre ellos Lope de Vega, reescribieron el Soneto I de
Garcilaso de la Vega. Garcilaso
expresa el extravío y dolor a causa de un amor profano, mundano; un
amor sin esperanza:
Cuando
me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do* m'han* traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
y a ver los pasos por do* m'han* traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino 'stó* olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aun sabrá querello*;
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aun sabrá querello*;
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello*?
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello*?
*[donde, me han, estoy, quererlo y
hacerlo en español actual. Hay dos ediciones del soneto: en el
segundo verso, en una edición se lee “m'han traído; y en
la otra, “m'ha traído”, con el consecuente cambio de
significado.]
Garcilaso de la Vega (1501 - 1536) |
El
petrarquismo tuvo gran influencia en la poesía lírica española, y
se manifestó tanto en rasgos estilísticos como en los temas
abordados. El italiano Francesco Petrarca (1304 – 1374) fue
considerado un referente de la lírica y su obra dio lugar a la
imitatio, práctica de
tradición grecolatina.
La
crítica señala la influencia de Petrarca en el soneto I de
Garcilaso de la Vega. El primer verso del soneto de Garcilaso,
“Cuando me paro a contemplar mi estado”,
recuerda al primer verso del soneto CCXCVIII de Petrarca: “Quand’io
mi volgo indietro a mirar gli anni”
(Cuando me vuelvo atrás a ver los años).
Asimismo, la crítica señala la influencia del poeta italiano Dante Alighieri (1265 – 1321), ya que la situación inicial del yo lírico del poema de Garcilaso es también la de un caminante de la vida que se ve perdido, como ocurre al comienzo del Infierno, en la Divina Comedia:
Asimismo, la crítica señala la influencia del poeta italiano Dante Alighieri (1265 – 1321), ya que la situación inicial del yo lírico del poema de Garcilaso es también la de un caminante de la vida que se ve perdido, como ocurre al comienzo del Infierno, en la Divina Comedia:
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
che la diritta via era smarrita.
mi ritrovai per una selva oscura,
che la diritta via era smarrita.
(A
mitad del camino de la vida
yo me encontraba en una selva oscura
con la senda derecha ya perdida).
yo me encontraba en una selva oscura
con la senda derecha ya perdida).
Y más
adelante:
cosí l’animo mio, che ancor
fuggiva
si volse indietro a remirar lo passo,
che non lasciò giammai persona viva.
si volse indietro a remirar lo passo,
che non lasciò giammai persona viva.
(mi
alma, que fugitiva entonces era,
volvióse a contemplar de nuevo el paso
que no atraviesa nadie sin que muera).
volvióse a contemplar de nuevo el paso
que no atraviesa nadie sin que muera).
En el soneto I de Garcilaso el
caminante a mitad del trayecto concluye “que a mayor mal pudiera
haber llegado”. En la reescritura de este soneto, Lope de Vega, que
trasciende la temática del amor profano para abordar el amor
sagrado, se espanta de que “un
hombre tan perdido / a
conocer su error haya llegado”, y atribuye haber superado la
oscuridad del error a la Luz divina.
Otros
autores españoles del Siglo de Oro, entre ellos Francisco de Quevedo
(1580 – 1645) y Sebastián de Córdoba (¿1545 – 1604?), pusieron
también en práctica la imitatio. Quevedo retomó el verso
petrarquista (“Cuando me vuelvo atrás a ver los años”):
Cuando
me vuelvo atrás a ver los años
Que han nevado la edad florida mía;
Cuando miro las redes, los engaños
Donde me vi algún día,
Más me alegro de verme fuera dellos*,
Que un tiempo me pesó de padecellos*.
[...]
(Francisco de Quevedo, Salmo IX) Que han nevado la edad florida mía;
Cuando miro las redes, los engaños
Donde me vi algún día,
Más me alegro de verme fuera dellos*,
Que un tiempo me pesó de padecellos*.
[...]
*[de
ellos y padecerlos, en español actual]
Sebastián
de Córdoba reescribió (contrahizo) el soneto I de Garcilaso,
cambiando el amor profano por el sagrado, al colocar la esperanza y
redención en el Salvador:
Quando
me paro a contemplar mi estado
y a ver los passos por do me á* traído,
hallo, según que anduve tan perdido,
que uviera* merecido ser juzgado;
y a ver los passos por do me á* traído,
hallo, según que anduve tan perdido,
que uviera* merecido ser juzgado;
baxando*
de la gracia en baxo* estado
estava* de mis culpas tan herido
que quien me viera fuera conmovido
a me llamar*, con lástima “cuytado”*;
estava* de mis culpas tan herido
que quien me viera fuera conmovido
a me llamar*, con lástima “cuytado”*;
Mas
la esperanza me entregó (sin arte)
a quien puede (mirándome) sanarme,
y cierto como puede es el querello,
a quien puede (mirándome) sanarme,
y cierto como puede es el querello,
que
pues la vida puso por librarme,
y él solo puede darla por su parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
y él solo puede darla por su parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
*[ha, hubiera, bajando, bajo, estaba, llamarme y cuitado (= afligido) en español actual]
Miguel
de Colodrero Villalobos (1639) reconoce haber tomado de Garcilaso el
primer cuarteto completo. En su reescritura del soneto, el desengaño
y la finitud de la vida, temas barrocos, se resuelven en la
esperanza: en la salvación, que viene de Dios, y que el yo lírico
ruega.
Gran
dicha es llegar un hombre a ser desengañado
Cuando
me paro a contemplar mi estado
Y ver los passos por do me a traído
Hallo según por do anduve perdido,
Que a mayor mal pudiera haber llegado,
Y ver los passos por do me a traído
Hallo según por do anduve perdido,
Que a mayor mal pudiera haber llegado,
Aquel
ingenio dixo celebrado
A quien jamás se atreverá el olvido,
Y yo del desengaño así advertido
Todo el quarteto le tomé prestado.
A quien jamás se atreverá el olvido,
Y yo del desengaño así advertido
Todo el quarteto le tomé prestado.
En
tanto que de mí la muerte cobra
la deuda que le debo por humano,
donde voy caminando como río,
la deuda que le debo por humano,
donde voy caminando como río,
Tenedme
inmenso Dios de vuestra mano
Aunque para salvarme Señor mío,
de vuestro pie que me tengáis me sobra.
Aunque para salvarme Señor mío,
de vuestro pie que me tengáis me sobra.
Un
verso cargado de significaciones
“Cuando
me paro a contemplar mi estado” es un verso con profundas
resonancias en la literatura española. Al estudiar la obra de
Garcilaso, Fernando de Herrera (1534 – 1597) señala que la mención
de cuando en posición inicial, en el primer verso del soneto
I, posibilita la contemplación y vista de lo presente y pasado.
Observa que la repetición de las vocales a y o,
abiertas y sonoras, confieren notable gravedad al verso.
De
hecho, los cuatro acentos prosódicos coinciden con la vocal a,
(Cuando me paro a
contemplar mi estado),
lo cual refuerza la gravedad del endecasílabo. El armazón vocálico se
consolida además por la homofonía consonántica entre Cuando
me paro
y a contemplar.
Por otro lado, hay conexión semántica entre estos dos elementos del
verso, ya que la pausa que resulta de pararse, detenerse, hace
posible la contemplación, morosa. La palabra estado implica
asimismo resultado de hechos precedentes, que el yo lírico
contempla. Otra acepción de estado es la situación social y
de vida, que conlleva determinados deberes.
En
el verso siguiente se menciona la palabra pasos,
que
puede remitir, principalmente, al propio camino recorrido (distancias
que se adelantan con los pies); también puede significar tránsito
(pasaje) de un sitio, condición o estado a otro; o bien, lugares o
sitios por donde se pasa. Como sea, los pasos remiten al proceso que
da como resultado el estado, que el yo lírico contempla; y que ha
dado lugar a diversas reescrituras.
~*~
Más recursos para el análisis
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero43/interpet.html
https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero43/interpet.html
Corpus de poemas (ampliado) y
análisis
http://cvc.cervantes.es/literatura/criticon/PDF/074/074_011.pdf
http://cvc.cervantes.es/literatura/criticon/PDF/074/074_011.pdf