miércoles, 2 de abril de 2014

Norte y sur de Buenos Aires


Un hecho fortuito precipitó el abandono de la zona sur de Buenos Aires, la más poblada desde la fundación la ciudad, por parte de los sectores más adinerados
 
Luego de la gran epidemia de fiebre amarilla, entre febrero y junio de 1871, se dio nuevo impulso al norte de la ciudad. Se pobló masivamente la zona, conocida como barrio Norte (que corresponde a Recoleta y alrededores) y se dispusieron mejoras sanitarias y de infraestructura.


Las parroquias de la ciudad colaboraron activamente durante la crisis, mientras las propias autoridades y muchos de quienes debían acompañar a la población huían al campo. 


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Pintura de Juan Manuel Blanes: Episodio de la fiebre amarilla

"Fiebre amarilla en Buenos Aires, en 1871

Al comenzar 1871, Buenos Aires vivirá la peor catástrofe de su historia: la epidemia de fiebre amarilla. Comenzó en febrero, entre el pobrerío del barrio Sur, mientras se festejaba carnaval. Sin darle importancia, el 23 de ese mes el número de muertos llegó a veinte, y al comenzar marzo, cuarenta diarios; fue el pánico. Las autoridades desconcertadas atinaron a tomar algunas medidas anodinas, se formó una comisión de vecinos presidida por el doctor Roque Pérez para luchar contra el mal. Los muertos de marzo llegan a siete mil. Ni los médicos ni los voluntarios daban abasto; no había lugar en los cementerios. Junto al heroísmo de unos, afloraban la miseria y la pequeñez humana en otros, se denuncia la huida de médicos, jueces y políticos hacia la campaña. Es en esos años que las familias pudientes se trasladan del Sur de Buenos Aires, al barrio Norte, en aquella época poco poblado y menos expuesto a las infecciones. En abril aumentaron los decesos, ocho mil. Cede en mayo y desaparece lentamente en junio. Se calculan en más de veinte mil los muertos (*). Mientras tanto todos los sacerdotes de Buenos Aires habían permanecido firmes en sus parroquias atendiendo incansablemente a los enfermos, moribundos y sus familiares. Más aún, el gobierno de Buenos Aires había decidido que los médicos atendieran en las parroquias -lugares que todo el mundo conocía y a donde acudían espontáneamente- y el despacho parroquial se convirtiera en los lugares de atención en donde se recibieran todos los llamados de ayuda médica y espiritual. Más aún, como una de las medidas de gobierno fue vaciar e incendiar los llamados ‘conventillos’, centros de contagio, muchos pobladores quedaban sin vivienda y fueron alojados en los templos y casas parroquiales. Como consecuencia de la fiebre amarilla y del estar en contacto constante con los enfermos, fallecieron 77 sacerdotes. Sobre doscientos noventa y dos sacerdotes aproximadamente, que actuaban entonces en Buenos Aires, habría fallecido pues el veintidós por ciento. (Puede verse una lista incompleta en el monumento a los caídos por la fiebre amarilla realizado por el escultor Juan Ferrari). También murieron ayudando a los enfermos doce médicos y dos practicantes. La mayoría de ellos católicos cabales.


File:Monumento a las víctimas de la fiebre amarilla (Buenos Aires).jpg
Monumento a los caídos por la fiebre amarilla, de Juan Ferrari. Está en el Parque Ameghino (barrio de Parque Patricios). En 1871, allí estaba el cementerio.

Nombremos algunos de esos santos sacerdotes: Juan Rossi, vicario de la parroquia de San Telmo; Francisco Romero, de Nuestra Señora de Montserrat; Pedro Fernández y Julián Benito, vicarios de Nuestra Señora del Pilar; Francisco Treza y Mosé Melle, vicarios de la parroquia de la Mercedes; Pedro Benigno Macado y Tomás Delfino, de la parroquia de San Nicolás de Bari; Vicente Marquez, de San Telmo; Felipe Giaconangelo y Juan Paula, vicario de la Inmaculada Concepción...

También ayudarony murieron ayudando a sus hermanos en dicha peste- multitud de religiosas y religiosos: las Hermanas o Hijas de la Caridad (siete de ellas murieron); los Padres Lazaristas; los Bayonenses; los Franciscanos; los Jesuitas... Lo mismo que miembros de las asociaciones laicales católica: Conferencias Vicentinas, Terciarios franciscanos y dominicos, entre ellos médicos eminentes como Pedro Rojas y Teodoro Álvarez.

Aun las religiosas de clausura registran episodios heroicos. La superiora del Monasterio de Santa Catalina, Madre Celestina de las Mercedes Cevallos y Castrelo, fue atacada por la peste en marzo de ese año. Ante ese peligro, una de las torneras, Sor Mercedes del Corazón Salas, pidió a Dios aceptara su vida en lugar de la de la prelada, que era más necesaria que la suya. Así fue como esta hermana enfermó de fiebre amarilla y falleció el 19 de abril de 1871, mientras la superiora recuperó la salud. Una pequeña lápida colocada el 7 de junio de 1944 en la celda en que falleció Sor Mercedes, recuerda este acto heroico.”


Hno. Andrea Bianchi. Iglesia Nuestra Señora del Pilar
Parroquia Nuestra Señora del Pilar en Recoleta, Buenos Aires

Texto extraído de: Catecismo Parroquial 2 de Madre Admirable. Pbro. Gustavo E. Podestá y María del Carmen Rosón, Buenos aires, 2005.


Nota: (*) La cifra oficial de muertos es discutida; en general, la más aceptada es entre 14000 y 15000  (algo menos del 10% de la población total de la ciudad).